Un hombre miraba la inmensidad del mar parado en la playa y se repetía una y otra vez así mismo:
-He alcanzado la meta, ya no hay un más allá de la inmensidad de este mar. Esta es la verdad suprema y la meta final.
Todos los días el hombre iba a observar la inmensidad de su mar, su verdad suprema, su meta final., y se llenaba de orgullo propio al ver que ningún otro hombre había sido capaz de llegar a donde él, pero un día, en el horizonte de su verdad suprema, vio un bote venir.
-Imposible, -gritó-, más allá de la inmensidad de este mar no hay nada más.
El bote llegó a su playa y un hombre descendió de el.
-Hermano, -dijo al descender del bote-, por fin he llegado al principio de mi carrera, desde aquí empezaré a buscar la verdad suprema e iré en busca de la meta final.
-te equivocas, -dijo el hombre de la playa-, ésta es la meta final y la suprema verdad, no hay un más allá de la mar que te arroja.
-¡Oh hermano! -dijo el hombre del mar-, permiteme decirte que más allá hay islas, donde los hombres se aíslan de la verdad, de eso vengo huyendo y voy en busca de algo más, y más, hasta encontrar la verdad y alcanzar mi meta.
-Estás loco, -dijo el hombre de la playa-, por favor no corrompas mi playa, no hagas mentiras de mi verdad. Aléjate y déjame en paz. Esta es la verdad suprema y no me podrás engañar.
-Como gustes, -dijo el hombre del mar-, te espero allá, en la suprema verdad, en la meta final, espero que pronto entiendas que esto es solo el principio y puedas avanzar.
El hombre de la playa se sentó sobre la arena y se puso a meditar. En su mente había una guerra constante que le robó la paz. Se preguntaba una y otra vez si en verdad esa sería la verdad suprema o si a sus espaldas existía una verdad más excelente y una meta mejor. poco a poco se sintió vacío, ya no había orgullo en su meta alcanzada, ni paz en su suprema verdad. hasta que un día lo decidió, iría en busca de otra verdad y de otra meta, hasta que pudiera llenar el vacío interno que el hombre del mar le había dejado. Tomó lo que tenía y emprendió su aventura, dejando atrás la verdad y la meta de su mar. Pronto llegó a un valle y vio sus árboles frondosos y sus frutos frescos, escuchó el canto de las aves, olió la dulzura de sus flores.
-¡Esta es la verdad suprema y la meta final! -gritó a toda voz-.
Los demás hombres que estaban en el valle, gritaron: -¡Amén!
De pronto, el hombre de la playa sintió que una mano le tocaba la espalda, era el hombre del mar.
-Veo que decidiste buscar una verdad más excelente y la meta final, -le dijo-.
El hombre de la playa agachó su mirada y dijo:
-Debo confesar que estaba equivocado, aquella playa y aquel mar no eran la suprema verdad, sentí un vació en mi alma cuando te fuiste y vi que ese no era mi lugar, así que partí de allá y pronto he encontrado en este valle la suprema verdad...
-Para hermano, para. ¿Es que no lo ves? este valle tampoco es la meta final, ni la suprema verdad, sólo es un camino que debes seguir para a ella llegar. Te propongo seguir juntos con la búsqueda, te acompaño hasta alcanzar la meta y encontrar la verdad.
Los dos hombres abandonaron el valle ante las recelosas miradas de los que allí se quedaban.
-Pobres, -pensaron-, acaban de abandonar la verdad.
Pronto los dos hombres llegaron a las faldas de una montaña, el aire era fresco y puro, los arroyos cristalinos brincaban entre las rocas y miles de animales vivían en paz.
esta si es la verdad, pensó el hombre de la playa. Pero el hombre del mar siguió caminando. Después subieron a la montaña, los pinos se alzaban majestuosos hasta el cielo, y había vida a donde miraran. Los colores y los olores eran vida por sí mismos, y la claridad del oxigeno abrió la mente de los hombres a un mundo que ni siquiera habían imaginado.
-¿Aquí si es la verdad suprema y la meta final? -preguntó el hombre de la playa al hombre del mar.
-Aún no, -contestó- , falta un poco. Este es el camino a seguir, ten paciencia y esfuérzate, pronto verás la verdad suprema y alcanzarás la meta final.
Cuando llegaron a la cumbre de la montaña, el hombre de la playa volvió a pensar que no había más a donde avanzar, igual que cuando miraba la inmensidad de su mar, pero su acompañante, apuntando con su dedo, le dijo:
-Mira hacia arriba.
Entonces el hombre lo comprendió todo, al ver una montaña alta que antes no había visto, y hombre y mujeres subiendo desde los mares y los valles y montañas de todas partes. Y en la cumbre de esa montaña, la gente se elevaba hacia las nubes, siempre en la búsqueda de la meta final y de la suprema verdad, internándose en la profundidad de ese mar infinito que envuelve a todo mar...